No está mal para un parkinsoniano

29 may 2025 · 6 mins

Hace unos días recibí una llamada telefónica.

Cansado de tanto spam, me dispuse a descolgar el teléfono y a esperar a que del otro lado de la línea sonara alguna locución automática que me felicitara por haber sido elegido entre miles de usuarios.

En lugar de eso, sonó una voz que hacía tiempo que no oía, pero que me era muy familiar.

— Buenos días, ¿estoy hablando con Antonio Liberal? —escuché con atención.

Después de procesar la frase, mi maltrecho cerebro por fín identificó a la persona que estaba al otro lado. Era, ni más ni menos, que mi neurólogo el Dr. Clavero.

— Ya sé que tenemos una consulta pendiente y que voy bastante retrasado —se disculpó, mientras yo pensaba lo majo que era por llamarme y preocuparse por mí.

Sin apenas dejarle hablar, empecé a contarle que estaba relativamente bien, de manera atropellada.

— Perdona, pero te llamaba por otro tema —me interrumpió— Doy clase en la universidad pública, y me gustaría que asistieras a una de mis clases, para dar a los alumnos tu opinión y sensaciones como enfermo de Parkinson.

Sin pensarlo demasiado, y después de decirme que no hacía falta que preparase nada, le dije que sí.

La idea era hablar de la enfermedad desde el punto de vista de un “enfermo” como yo… sobre mi diagnóstico (hace ya nueve años), comentar la medicación que he ido tomando conforme Parki ha ido avanzando en mí, los síntomas de la enfermedad, y mis sensaciones con mi neuroestimulador.

Como especial partener, Arantza, trabajadora social de ANAPAR, acabaría la exposición, hablando sobre la asociación de Parkinson de Navarra.

Pero, como hago siempre cuando tengo que hablar en público –mi particular salida de la zona de confort–, acabé recopilando algunas ideas ya plasmadas en este mismo blog.

Llegó el día, y mientras esperaba a Arantza en la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Pública de Navarra, como tenía tiempo, me puse a revivir mis tiempos de estudiante, hace ya tantos años.

Aunque el edificio no era el mismo en el que yo pasé mis años universitarios, el tipo de arquitectura (muy austera, con columnas de hormigón desangeladas), me recordó enormemente a él.

Llegó Arantza supernerviosa (al contrario que yo, que estaba bastante tranquilo); y al rato, el Dr. Clavero nos condujo al aula donde, poco a poco, fueron apareciendo los alumnos (o mejor dicho, las alumnas) de cuarto de medicina.

El crujir del estrado y los murmullos propios de la juventud estudiantil me trasladaron, nuevamente, a mis años universitarios.

Enseguida localicé un aparato que al tocarlo me daba tranquilidad: el ordenador que proyectaba su pantalla sobre un lienzo blanco que colgaba sobre la pared central.

Con mi mano temblorosa enchufé mi pen-drive, en donde había colocado mi documento-chuleta y un video que había reservado para el final “apoteósico” de mi exposición.

Respiré aliviado, al comprobar que todo funcionaba correctamente.

En la primera fila se situaba el Dr. Clavero, junto con más gente –seguramente, docentes–, que no formaba parte del alumnado, y que, recordando mis tiempos estudiantiles, cuando tenía que realizar alguna exposición, iba a ser donde dirigiría todas mis miradas, para no perder la concentración.

Para no ponerme nervioso, recordé porque estaba allí: Primero, por todos los parkinsonianos, en especial mis compañeros del grupo de apoyo psicológico (cuyos nombres recité, uno por uno, de manera mental), por la gente que me apoya y porque de esta forma, seguramente, estos futuros médicos se acordarán de mí algún día, cuando se enfrenten a un diagnóstico de la Enfermedad de Parkinson.

Empecé presentándome, diciendo quién era.

Después hablé de mi diagnóstico, del alivio que sentí al saberlo, y de cómo me lo comunicó, con delicadeza suma, el propio Dr. Clavero.

Hablé de los síntomas/efectos de la Enfermedad de Parkinson. De las discinesias, de las distonias, de la depresión, de la ansiedad…

Continué detallando lo que siente un parkinsoniano en estado ON y en estado OFF, y explicando los tipos de medicación –utilizando un ejemplo de la transformación de energía en una locomotora, que quema carbón y genera vapor para moverse–

Finalmente, acabé hablando de mi operación de Estimulación Cerebral Profunda utilizando, nuevamente, mi yo ingenieril, poniendo como ejemplo el encendido y apagado de una bombilla, y proyectando este video (protagonizado por mí), y que habla por sí mismo:

Click para ver el Video de DBS/ECP

Después de eso, me acribillaron a preguntas, que yo respondí como buenamente pude, haciendo que, en algunos casos, la audiencia soltara alguna que otra carcajada.

Casi había consumido todo el tiempo cuando Arantza expuso su presentación.

Finalmente, y después de los aplausos y de la despedida agradecida del Dr. Clavero, cada uno nos fuimos en una dirección.

Y, mientras me alejaba renqueando, camino de casa, una sonrisa se dibujó en mi cara.

Lo había conseguido de nuevo.

No está mal, para un parkinsoniano.

No está mal para un parkinsoniano

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