Te quiero

16 feb 2024 · 4 mins

Hace unos días fue el cumpleaños de mi tía Elisa, la única hermana que le queda a mi padre. Ella es la pequeña de cuatro: Elisa, Dionisio, y mis tías, ya fallecidas, Carmen y María.

Nadie sabe realmente que edad tiene, porque si se lo preguntas directamente, o te manda a tomar viento con un exabrupto, o cambia de tema y se va sutil y sibilínamente por las ramas. Lo que sí sé, a ciencia cierta, es que es la pequeña, y que era la niña mimada de mi padre.

Al felicitarle por teléfono, me dijo que mi padre ya le había llamado antes, y que le había dicho “te quiero hermana”, y que ella se había emocionado al escuchar esas palabras, porque no se lo esperaba.

Se puso un poco triste al recordar cuando ellos eran pequeños, y mi padre le decía que él no se iba a morir nunca, y que cuidaría de ella siempre, porque era la pequeña, y la niña mimada de todos los de la familia, allí en su pueblo, Aliseda, en Extremadura, de donde es oriunda mi familia paterna.

La verdad, no me imagino a mi padre diciéndole “te quiero” en aquel entonces, cuando eran pequeños, cuando lo que más le importaba era cazar algún pájaro, o atrapar alguna liebre con sus trampas de lazo, para añadir al puchero de garbanzos que toda la familia compartía en medio de la dehesa extremeña, en los tiempos de postguerra, donde transcurrió su dura infancia.

Con el paso de los años, y sobretodo, por la carga de enfermedades que supone la vejez, se han ido ablandando. Es como si, poco a poco, se fueran convirtiendo de nuevo en niños, pero sin la energía que conlleva esa etapa de nuestras vidas, donde todo está por llegar, y te quieres comer el mundo. Se sienten inseguros, y dependen cada vez más de nosotros, sus hijos.

Bromeando, para quitarle hierro al asunto, le dije a mi tía que eso era porque lo he ablandado yo a base de besos, cada vez que voy a hacerles una visita a mis padres. Porque si algo bueno tiene esta tensa espera que supone mi baja, y la dichosa resolución definitiva que dicte la sentencia de si soy o no un “incapacitado permanente” es esa, la de poder compartir más tiempo con ellos, porque antes el trabajo absorbía prácticamente toda mi vida.

A veces me pregunto porque es tan difícil el decir “te quiero”, o aceptar que alguien te lo diga sin ruborizarte.

Mi padre ha tardado mucho, muchísimo, en decírselo a su hermana, quizás porque es consciente de que, inevitablemente, están llegando al final de sus vidas.

La verdad, le admiro por haber dado ese paso, porque aunque a mi tía se le llenen los ojos de lágrimas, estoy seguro que le ha llenado el corazón de alegría.

Por cierto, el “te quiero” más hermoso que ahora mismo recuerdo es el que salió de mi boca, hace apenas un año, sobre las 8 de la mañana del día 16 de febrero de 2023, cuando me despedí de Marian en la habitación de la clínica, intentando consolarla para que dejasen de brotar de sus ojos las lágrimas, mientras un camillero arrastraba mi cama, de camino al quirófano, para mi segunda operación de Estimulación Cerebral Profunda, como ya escribí en su día.

Bueno.

Los que me seguís en este blog ya sabéis lo ñoño que me pongo, pero es que soy así, y no puedo evitarlo: Intentad decir “te quiero” antes de que sea demasiado tarde para arrepentiros.

Yo, por si acaso te lo digo:

TE QUIERO

Te quiero

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