18 meses de baja

11 dic 2023 · 6 mins

Hace tiempo que no me acercaba a mi portátil para garabatear con el teclado lo que siento.

Muchos de vosotros (los que tenéis mi WhatsApp, la mayoría), me habéis preguntado si todo iba bien, y que echabais de menos las entradas de este blog.

Tranquilos, estoy bien.

Aunque un poquito tocado con todo el proceso por el que estoy pasando, sigo en pie, no he zozobrado en el mar de mis inseguridades, aunque estaba demasiado débil anímicamente como para escribir.

Como cuando me ajustan el neuro estimulador, es cuestión de adaptación, y, sobre todo, de aceptación.

Una y otra vez.

Al principio, pensaba que la cosa sería algo “rápido y sencillo” (teniendo en cuenta que tan sólo me iban a taladrar la cabeza), pero después de dos operaciones, y de más de 18 meses de baja, te das cuenta de que cada Parkinson es distinto, y de que nuestros cuerpos reaccionan de manera desigual ante los (aparentes) mismos estímulos y dosis de medicamento.

En honor a la verdad, fue un palo el que te digan que te tienes que volver a operar, porque se habían quedado muy cerca del punto diana, pero no lo suficiente como para que la cosa funcionase correctamente.

Con el paso del tiempo, después de la segunda intervención, los ajustes van teniendo su efectividad, y, sobre todo, van siendo cada vez más estables, en un equilibrio tan frágil como el que puede tener un elefante subido en un cable de acero, pero sí lo suficiente como para que puedas llevar una vida “más o menos normal”.

En mi caso, la definición de vida “más o menos normal”, es alejarme del estrés, lo mejor y más rápido posible, porque es lo que realmente me afecta.

Es la pescadilla que se muerde la cola: A más estrés, más Parkinson, más oxidación de mis maltrechas neuronas, y más empeoramiento. Esto hace que el estrés aumente, completando el maldito círculo.

Cuando estudiaba ingeniería, esto se llamaba realimentación positiva (parte de la salida de un sistema se inyectaba en la entrada del mismo), y conducía, de manera irremediable, a que se volviese completamente inestable, acabando siendo inservible.

En mi caso, el gasto de energía es demasiado elevado.

Por ejemplo, mientras escribo estas líneas, sentado delante de la mesa de ordenador que ha sido siempre mi santuario y mi refugio en el que ahogar mis penas, para que mi mano no tiemble, tengo que colocar mi pie derecho detrás del izquierdo, en una posición totalmente antinatural, que hace que mi esfuerzo sea máximo, y que haga que acabe completamente agotado.

Después de un verano relativamente tranquilo, intentando alejarme de todo y no pensar en nada, recibí una notificación por mensaje SMS, del Instituto Nacional de la Seguridad Social (más conocido como INSS), diciéndome que tenía que pasar una revisión, porque estaba acabándose el plazo tope de 18 meses de mi baja.

Tras todo ese tiempo de impasse, prácticamente sin recibir ningún tipo de noticia, me “urgían” a pasar esa revisión, justo 7 días después de recibir el mensaje, so pena, prácticamente, de excomunión, que como podréis comprender, era lo mejor para mi estrés y mi Parkinson.

Afortunadamente, conseguí contactar con mi neurólogo, para poder pasar una revisión relámpago y tener algún tipo de informe que avalase mis males, y afrontar así la dichosa revisión, en uno de los locales que el INSS tiene habilitado para ello.

Tras esquivar el detector de metales portátil que la guarda jurado intentaba restregarme por todo el cuerpo, y que aparté como pude, alegando que llevaba un estimulador electrónico implantado en el pecho, y de dejar todos mis útiles punzantes y mi móvil en manos de Marian, como si de un presidiario se tratase, nos dispusimos a esperar en una salita comunitaria.

Ya en la consulta, después de responder como pude a las preguntas de la médico que me atendió, y de intentar hacer todos los ejercicios físicos que me propuso, he de decir que, con poco éxito, sentenció que me mantenía la baja, que pasaba sus resultados a los jefes encargados de mi evaluación, y que esperase noticias, que ya contactarían conmigo.

Más o menos a las dos semanas de aquello, y sin tener noticias, ya un poquito desesperado, contacté con el departamento de recursos humanos de mi trabajo, que me remitió a la mutua, que a su vez me hizo rellenar un formulario, para gestionar el pago directo de mi nómina, menguada ya al 75%.

Y así llegamos al día de ayer, 11 de diciembre del 2023, donde oficialmente el INSS me notificaba, esta vez de manera más rigurosa, por e-mail, que iniciaban, de oficio, el proceso de mi evaluación médica, lo que vulgarmente es llamado “el tribunal médico”, y que decidirá, en un máximo de 135 días, mi futuro, laboral y vital.

Y, también ayer, casi al mismo tiempo que rellenaba electrónicamente los datos que me pedían desde la administración, recibía la llamada de Natalia, de recursos humanos: Al cumplir los 18 meses de baja, debía firmar el finiquito con la empresa.

En ese momento recorrió por mi cuerpo un torrente de sensaciones…. tan intenso, que prefiero describirlo en otra próxima entrada.

18 meses de baja

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