A la tercera va la vencida

11 en 2023 · 5 mins

Hace ya muchos meses que había dejado de escribir en este diario, a la espera de acontecimientos.

Durante todo este tiempo, han pasado unas cuantas cosas.

Jesús, al que dejamos en una entrada anterior a las puertas del quirófano, consiguió salir al fin de él, con muchos menos problemas que en su primera intervención, aunque ha seguido mi estela, en este juego del gato y del ratón en el que nos encontramos atrapados, intentando encontrar el punto adecuado de estimulación neuronal, el equilibrio tan al borde del abismo, que consiga hacernos dejar de temblar y no caer al vacío del resto de nuestros otros problemas, llámense rigideces, bloqueos musculares o disquinesias varias, esos movimientos anormales de nuestras extremidades que tanto nos incomodan a los parkinsonianos.

Visita tras visita al neurólogo, hemos ido siguiendo los dos el mismo ritual: En primer lugar, el examen previo, con la dosis de levodopa reducida a la mínima expresión, y la maldita cuenta atrás de siete en siete, para ver como se compartan nuestros cuerpos. Después, como si se tratase de la más cruel de las torturas inquisitorias, el subir la amplitud de la señal de nuestro estimulador, hasta casi llegar al desmayo, y dibujar (o más bien, desdibujar) una mueca incontrolada en nuestros rostros. Finalmente, la ingesta de levodopa de nuevo, y la tensa espera fuera de la consulta, hasta entrar de nuevo y realizar las comprobaciones finales.

Así, buscando la mejor configuración de nuestros parámetros, a costa de llegar hasta el agotamiento y la extenuación, hemos ido agotando todas las posibilidades del estimulador, a base de más pruebas, y más errores.

Jesús, gracias a que su flamante estimulador soporta varias programaciones, ha conseguido dos modos de funcionamiento: El modo “come-sopas”, en el que le atenúa el temblor, y el modo “andador”, donde su pie se relaja hasta el punto de dejarle caminar casi sin problemas.

En cambio el mío, mi estimulador, aunque tiene la ventaja de ser recargable y puede durar casi 15 años funcionando hasta agotar sus baterías por completo, sólo soporta una programación, la que tengo actualmente. Esta programación, aunque me permite controlar los dichosos bloqueos del pie, y me deja dormir más de ocho horas seguidas, no me termina de quitar el temblor, sobretodo el de mi pierna derecha. Así que me he quedado un poco pasmado y con la mosca detrás de la oreja, sospechando que mi estimulador fue el último de los que les quedaban en stock, justo cuando el doctor que me operó, al fín, alcanzó su jubilación. Dejándome a mí en stand-by, a la espera de una nueva oportunidad, de pasar una nueva consulta neurológica, en la que me aclaren, de una vez, mi situación.

Mientras todo esto ha ido sucediendo, a su vez, y en paralelo, he podido dedicar todo mi tiempo a terminar de preparar la edición del diario plasmado en papel, gracias a la confianza que ha depositado en mí la editorial Libros Indie S.L., como ya anuncié, un poquito precipitadamente, en un post anterior. Y, aunque muy satisfactorio, el proceso ha sido un poquito laborioso para mí: Desde los últimos retoques de su maquetación, hasta elegir su preciosa portada, pasando por la confección del video de promoción, donde aparezco explicando de que va el libro, con la misma gracia de alguien al que han secuestrado, y, a punta de pistola, va leyendo, palabra por palabra, muy serio, lo que le han ido dictando forzadamente. Aunque, para terminar de arreglar el tema, las frases eran de un servidor, escritas de mi propio puño y letra.

Como decía, ha ido pasando el tiempo, hasta llegar a este miércoles, 11 de enero de 2023, fecha en la que escribo esta entrada en mi abandonado diario.

Y ahora te preguntarás, ¿y todo esto qué tiene que ver con el título de la entrada? Pues bien, esto de “a la tercera va la vencida” viene a que, en tan sólo unas pocas horas, Mariaje, una de mis compañeras del grupo de apoyo psicológico de ANAPAR, va a ingresar en la CUN para, mañana jueves, ser intervenida quirúrgicamente, y convertirse oficialmente en una nueva Cyborg, siguiendo los pasos que dimos Jesús y yo, hace apenas unos meses.

Si me lo permites, querido diario, quiero dedicarle a ella las últimas palabras de esta entrada.

Mariaje: Se que estás un poquito asustada, pero no te preocupes. En nada estarás compartiendo tu experiencia con el resto del grupo, y veremos como te van a brillar, aun más, si cabe, esos ojos que tu tienes; que, como dice nuestra compañera Ana, todo pasa; y, que, sobretodo, tienes todo, todo, nuestro apoyo.

Así que: ¡ánimo Mariaje, que tú puedes!


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