La conexión

27 jun 2022 · 5 mins

Durante el largo fin de semana, más de 72 horas, las heridas han ido cicatrizando. Para evitar problemas, he seguido tomando mi dosis diaria de Sinemet, como si no hubiera pasado nada, aunque he ido desactivando el resto de alarmas en mi móvil: El Xadago, los parches mañaneros de Neupro, y las del dichoso Ongentys, siempre a las ocho de la tarde, que tantas veces he olvidado de tomar.

He podido dormir bastante bien. Agradecido, de nuevo, por la oportunidad dada.

No se ni cuantas veces me he imaginado este momento, el de “la conexión”, a lo largo de estos últimos 6 meses; no puedo evitarlo: Ese abrir los ojos y decir… ya está: Se acabó el temblor.

En ese cerebro que tengo, friki y calenturiento, me he puesto, una y otra vez, en el papel del agente Murphy, despertando en su nuevo cuerpo, ya como Robocop, al tiempo que la dichosa melodía, si ya sabes esa de “tiritiritiii, tiritiriiiii…”, se oía de fondo, descubriendo, por primera vez, que era un cyborg.

La cosa no fue así, ni mucho menos.

La Dra. Avilés, Itziar, entró por la puerta de sopetón, con una tablet en la mano.

  • Lo primero que vamos a hacer es despertar al sistema.
  • Coloquése este aparato. No se preocupe si nota una cierta vibración, es normal -continuó diciéndome.

Después de unos instantes, en donde se oyeron una serie de zumbidos, la aplicación de la tablet mostró algo de información.

  • Está todo correcto -dijo la doctora. La batería esta al 75%. Mañana un técnico de Medtronic, que es la empresa que comercializa esta solución, se pondrá en contacto con usted para explicarle como debe cargar la batería, y resolver cualquier duda que tenga (aunque yo, para entonces, ya había toqueteado todo)

El aparato emitió, de nuevo, más zumbidos, hasta que en la aplicación de la tablet apareció la representación de los dos electrodos que tenía implantados: El izquierdo (que controlaba la parte derecha de mi cuerpo), y el derecho.

  • Activaremos el electrodo izquierdo -no se preocupe, que por lo que probamos en la operación, tenemos mucho margen. -me dijo, con voz dulce.

La doctora empezó a manipular el sistema, familiar para ella.

Primero, eligió el punto del electrodo sobre el que actuar; después, empezó a modificar la intensidad, la amplitud de la señal que en ese punto debía aplicar el electrodo sobre mi cuerpo. La respuesta fue… ¡mágica! de repente, el temblor de mi pierna había desparecido por completo, aunque la mano lo seguía haciendo, pero era un temblor mucho menor, controlable, con todo lo aprendido en las clases de fisioterapia de la asociación.

  • Poco a poco, -me tranquilizó la doctora.
  • Vamos a aplicar un poco más de tensión, para ver como se comporta el cuerpo. Y, casi sin yo poder replicarle, empezó a manipular de nuevo los mandos. Una sensación extraña recorrió mi cuerpo: Sin yo quererlo, una mueca se dibujó en mi cara. Habíamos llegado al límite de la estimulación. La doctora enseguida se dió cuenta, y volvió a colocar todo como al principio, en la situación inicial.
  • Bueno, pues vamos a ver como se comporta todo… En unos días, cuando baje la inflamación del cerebro, la cosa empeorará, pero no se preocupe porque seguimos teniendo mucho margen de maniobra, -me animó la doctora.

Y así terminó la primera conexión. A esta le han seguido otras, pero prácticamente no han ajustado nada.

Para el que quiera saberlo, mis parámetros mágicos de estimulación son:

Amplitud: 4 V

Ciclo: 60 microsegundos

Frecuencia: 130 Hz.

Han pasado unos días desde esa primera conexión, y no se como expresar lo que siento, de verdad.

Puedo dormir a pierna suelta, sin tener que encoger mi cuerpo, retorciéndolo para atrapar las extremidades. Me da igual el tiempo, me pego horas y horas mirando como mi pierna ni se inmuta, y permanece quieta, mientras la mano, aunque tiembla, la puedo controlar sin problemas. Puedo volver a caminar, con mi trote cochinero, sin tener que pararme de esquina en esquina…

Ahora, sólo toca esperar, y adaptarme. Adaptarme a mi nueva vida, a mi nueva situación. Al reposo, que, durante tanto tiempo, me he ganado.

Tengo claro que sigo estando enfermo, que sigo siendo un parkinsoniano, pero que ahora, por fin, puedo enfocar mi vida y mi rumbo hacia nuevos horizontes.

¡Gracias por todo!

La conexión

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