Atrapa recuerdos

9 en 2022 · 6 mins

Aprovechando que mi antiguo móvil ha tenido un desafortunado accidente, no sé yo si provocado por la dichosa obsolescencia programada de la tecnología que nos rodea, me he armado de valor y me he puesto con la ardua tarea que supone la organización y limpieza de mi album de fotos digital.

Si, lo confieso.

Es algo que siendo constante y haciéndolo diariamente, o, si me apuras, mensualmente, no supone demasiado tiempo.

Antes, en una época no tan lejana, cuando los móviles eran algo de ciencia ficción e inalcanzables para el común de los mortales, el término digital era desconocido, y la Polaroid era lo más cercano a conseguir hacer una foto de manera instantánea, era distinto.

En mi descarga he de decir que soy de una época en la que te podías considerar un afortunado si tenías en propiedad una “máquina de retratar”, con su rollo de película fotográfica, en el que a lo sumo podías almacenar 24 fotos, y tenías que pensarte muy mucho el accionar el pulsador para, después de unos segundos que parecían toda una eternidad, conseguir inmortalizar el momento, comportándote como Clint Eastwood en cualesquiera de sus películas de vaqueros, disparando solamente a sus enemigos cuando estaba seguro de no errar el tiro, intentando conservar todas sus balas hasta el final.

Con la llegada de los smartphones a nuestras vidas, todo cambió, y lo que antes era, y sigue siendo para mí, todo un arte, se popularizó, convirtiéndonos a todos en seres de “gatillo fácil”, llenando nuestras vidas de imágenes, la mayor parte del tiempo, insulsas, insípidas e inútiles.

Cómo no sabía por donde empezar, abrumado por tan ardua tarea, lo primero que hice fue descargar todas mis fotos al disco duro de mi PC y tirar de ingenio, desarrollando una pequeña aplicación que hiciera el trabajo por mí, añadiendo al comienzo del nombre la fecha de la foto, y así, ordenarlas para quedarme con las que realmente lo mereciesen.

Después de unos interminables minutos, el programa terminó la tarea que le había encomendado, y me dispuse, iluso de mí, a clasificar las fotos en un par de horas.

Ante mis ojos se presentaban miles y miles de fotos, en las que había de todo.

Desde los dichosos memes enviados una y otra vez por WhatsApp, hasta fotos repetidas una y otra vez hasta la saciedad, incluida una considerable cantidad de primeros planos de alguno de los dedos de mi mano, pasando por fotos borrosas fruto, probablemente de mi presbicia galopante y mi temblor parkinsoniano.

Pero, cómo quien recupera la vista después de verse deslumbrado repentinamente por el Sol, empecé a verlo todo con más claridad, recordando la sabiduría de algunas de las tribus indígenas, en las que una foto se considera un artilugio que atrapa tu vida, tus recuerdos y tus sueños.

Ufff, que momento tan emocionante.

Es como ver pasar por delante toda tu vida, en este caso desde el 2013, instante por instante.

Los instantes vividos con mis sobrinos, pasando de bebés a adolescentes que son ahora. La primera vez que se quedaron a dormir en mi casa. Fotos y fotos con ellos repachingados por todos sus rincones: En el cuarto de estar, en la cama de mi dormitorio disfrutando de una película. Los regalos en forma de manualidades de mi sobrina Nahia, la eterna sonrisa de mi sobrino Ibai, las celebraciones de los cumpleaños familiares, donde mis padres, como todos nosotros, van envejeciendo lentamente. Viajes y viajes disfrutando de las atracciones de feria, en los sanfermines. Los momentos de vermú con mi hermana, con mi cuñado, intentando hacerme olvidarme de parki. Las celebraciones con mis primos.

Los momentos junto a mis amigos de toda la vida, mi cuadrilla, en forma de comidas y cenas, cumpleaños, o de selfies,llenos de abrazos y besos. Las escapadas en forma de casar rurales, en torno al fuego de la chimenea, o preparando una barbacoa. Las vacaciones a Peñiscola, a Gandía, a Cádiz. Mi cumpleaños en Sevilla, con mi tobillo todavía dolorido, después de recuperarme en tiempo record de un esguince. Las fotos de las portadas de los tomos impresos por Juanita, mi editora particular, de este bendito diario.

Los reencuentros con mis compañeros de la E.G.B. La primera comida que tuve que organizar, la alegría del ambiente. Los abrazos de oso de Glori… Las disculpas sinceras de “Serpis”, el borrón y cuenta nueva, el retomar una amistad. Las medallas “medio mariatonianas” de mi amigo Eugenio, o de su mujer Olga.

Los recuerdos de mis amigas “nietas del hojalatero”. La caja de madera, esa kutxa, labrada a mano por el marido de Txus, los bombones agradeciéndome el haberle preparado el móvil, el saco de semillas de Esme. El crear esos videos, recopilando sus fotos familiares, acompañadas por la banda sonora de Rainbow.

El primer te quiero, escrito apresuradamente en un post-it, pegado en la puerta del frigorífico, las fotos en las cimas de los primeros montes, el primer desayuno en Salamanca…

La dichosa pandemia, con sus fechas huérfanas de fotos en el calendario…

Mis logros, como ingeniero del año…

Inevitablemente, se me llenan los ojos de lágrimas. No de tristeza, pero si de emoción y de alegría. Por los momentos vividos, y por los que, estoy seguro, seguirán llegando y que iré inmortalizando en forma de foto.

Atrapado sueños.

Y atrapando recuerdos.

Atrapa recuerdos

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