Preparados, listos... ¿ya?

24 abr 2021 · 4 mins

Querido diario.

Hoy, de nuevo, vuelvo a pintar tu blanco lienzo con los trazos de mis pensamientos.

Intentando, de esta manera, expulsarlos, sacarlos de mí, para poder ordenarlos y pensar con claridad.

Permíteme que lo haga.

Han pasado apenas unas horas desde que salí de la consulta del neurólogo.

Y casi cinco años desde que me detectaron la enfermedad de Parkinson.

Lo que para muchos hubiera supuesto el principio del fin, para mí fue un nuevo comienzo.

Desde el principio tuve claro que esta iba a ser una carrera de fondo, con muchos obstáculos, que iba a tener que sortear conforme aparecieran en mi camino.

Sin tener muy clara la meta, sin conocer la ventana de tiempo que me quedaba, empecé a caminar.

Desde entonces ha pasado casi un lustro, apenas un pequeño granito de arena, un fragmento insignificante en la inmensidad del desierto del Tiempo, en el que, por suerte, cuando he tropezado, he podido levantarme, gracias al apoyo, sobre todo, de mi familia y de mis amigos.

Durante este tiempo he recuperado viejas amistades, y han florecido otras nuevas.

He conseguido cicatrizar heridas de mi infancia y me he dado cuenta de lo que realmente es importante.

De lo que quiero. De lo que me quieren.

Sí, he llorado. Pero también he reído.

He tenido que apretar mis dientes para ahogar mí grito de dolor.

Pero también he disfrutado del suave murmullo del viento, susurrándome en los oídos.

He sentido. He sentido, como nunca antes había sentido.

He crecido y he avanzado.

He vencido mis miedos, he sido más yo.

A su vez, mi cuerpo y mi mente han ido cambiando.

Al principio sólo me temblaba el pulgar de la mano derecha.

Poquito a poco, Parki ha ido haciendo de las suyas.

Averiando mis neuronas, y haciendo que apenas me quede dopamina en el cuerpo.

Agitándome, haciendo que mi lado derecho se mueva de forma involuntaria, anárquico, sin obedecer las órdenes de mi cerebro.

No dejándome descansar, provocándome pesadillas tan vívidas que parecen reales.

Hoy el Dr. Clavero, mi neurólogo, ha dicho la palabra clave.

Cirugía.

La solución que me ha propuesto es pasar por el quirófano, para colocarme en el cerebro un electrodo, para estimularlo.

Una especie de marca pasos, de capataz de galera romana, que, con su estridente tam-tam, se encargue de marcarle el ritmo a mis neuronas.

La buena noticia es que es un proceso reversible, que se puede quitar en cualquier momento.

Sé que hay otras soluciones más novedosas, pero que todavía no están lo suficientemente rodadas.

Hace apenas una semana ANAPAR organizó las Jornadas del Parkinson 2021 en Navarra, y en la que asistí como invitado, para hablar unos minutos sobre Mouse Helper.

Mientras esperaba mí intervención, nervioso e impaciente, escuché con atención la ponencia que la Dra. Luquin daba sobre los avances en la investigación sobre la enfermedad de Parkinson.

La Dra. Luquin habló de una próxima vacuna y de todas las líneas de investigación.

Del HIFU, pero también de cómo estaban consiguiendo con ondas de baja frecuencia abrir la barrera que hace infranqueable al cerebro, para poder introducir virus que modificasen genéticamente algunas neuronas y así de esa manera producir dopamina, y conseguir la ansiada curación.

En sus ojos vi esa chispita de luz que se ve cuando la gente cree en algo y dedica su vida a hacerlo realidad.

Cirugía.

Esa palabra que al principio tanto temía, y que, con el tiempo, me he acostumbrado a pronunciar en alto.

Con respeto, pero sin miedo.

Al acabar la consulta, el Dr. Clavero me ha preguntado si estaba preparado.

Le he mirado a los ojos tan solo un instante, apenas unas décimas de segundo.

Y he visto en sus ojos la misma chispita de luz de la Dra. Luqui.

Y, sin dudarlo, he dicho que sí.

Así que a partir de ahora empieza una nueva carrera.

Hoy, como hace casi cinco años, escucho de nuevo el “Preparados, listos…¡YA!”

Preparados, listos... ¿ya?

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