Querido diario.
Estas semanas están siendo un poquito especiales para mí.
En primer lugar, ya lo habrás notado, dejas de vivir “de prestado” en WordPress, esa casa en la que te cobijé durante más de cuatro años, para alojarte, ya como propietario asentado, en este sitio web, más limpito y ordenado.
Y en segundo lugar, ya te habrás enterado, he presentado en sociedad a Mouse Helper, aquel programa del que te empecé hablar hace ya algunos años.
Por aquel entonces lo que principalmente buscaba al crearlo era seguir agarrándome (o más bien, aferrándome) a lo que más me ha gustado siempre, y que era aporrear el teclado de un ordenador para construir programas, byte a byte, rutina a rutina, que resolvieran problemas reales.
Nunca imaginé, ni en el más profundo de mis sueños, que pudiera llegar a tener la repercusión que está teniendo.
Soy muy consciente que, de cara al público, sólo sean los quince minutos de gloria que toda persona debe tener en su vida para sentirse importante.
A mí eso, sinceramente, me importa bien poco.
Cuando en ANAPAR me preguntaron si quería presentarlo oficialmente a los medios de comunicación, no lo dudé ni un momento.
Pensé, lo digo sinceramente, en poder llegar a esas personas, que, como yo, intentaban adaptarse a la situación.
Aunque para ello debiera quitarme, de nuevo, mis vergüenzas e inseguridades, esas que me han lastrado durante demasiados años.
O prestar mi propia casa, para que los de RTVE la “invadieran” para hacer su reportaje, después de que Iñaki, el periodista que ha organizado todo, me lo pidiera en ese tono con el que habla, tranquilo y pausado.
O posar para las cámaras como si fuera un personaje importante.
O que me entrevistasen en directo en la radio, ese medio que tanto amo.
Después llegaron las felicitaciones, de amigos, de compañeros de trabajo.
Incluso de gente a la que este proyecto le había importado bien poco desde el principio.
Todo eso me da igual.
Lo que realmente me importa, es lo que pasó a las pocas horas.
En mi buzón de correo tenía un correo nuevo, de alguien que no conocía.
Era de Yolanda, espero que me perdone por contarlo.
En el asunto ponía… “Un abrazo y estoy enganchada al diario”, y en él me daba las gracias y me contaba que su padre, ya fallecido, había tenido Parkinson y que hubiera estado encantado de poder usarlo.
Y entonces, se me escapó una lágrima.
Porque esos quince minutos con los que la gente se queda, para mí son algo más.
Son horas y horas delante del ordenador, intentando que Mouse Helper quede lo más sencillo posible, robándolas de estar con mis seres queridos, de alejarme, en la semi-oscuridad de la madrugada, del calor de la persona amada.
Son el no rendirte y luchar, el superarte.
Son extrujarte el cerebro hasta dar con la solución a un problema.
Al de Yolanda han seguido más correos, más mensajes de twitter, de Facebook.
Gente que me escribe, agradecida y que también me pide ayuda.
Gente que sin que ella lo sepa, me da paz y que me anima, a su vez, a seguir adelante.
Eso, eso es lo que realmente importa.