Ahora, por fin, lo entiendo

17 en 2020 · 5 mins

Por fin.

Después de unos cuantos días de espera, por fin ha llegado.

Por fin lo tengo firmemente sujeto, nóteseme la ironía, entre mis temblorosas manos.

Viene en un estuche cuadrado de plástico, muy cuidado, al estilo de aquellas ediciones “de luxe” que protegían en su interior cualquiera de los mejores juegos de mi primer ordenador, el Amstrad CPC464, o aquel CD de Eric Clapton, que me dejó asombrado y boquiabierto, al escucharlo por primera vez en mi recién estrenada cadena de música, años a, con su melodía, límpida y libre del ruido blanco de las cintas o de los discos de vinilo.

Mi asombro va en aumento al intentar abrirlo.

¡Pero si hasta tiene una etiqueta, a modo de sello, con un holograma, al estilo del más genuino software de los años 90!

Con impaciencia, rompo el sello, abriendo el estuche como si fuese un libro antiguo, que ha guardado en su interior, durante largos años, el más profundo de los secretos, a la espera de ser descubierto.

En su parte izquierda descubro un manual de apenas treinta y dos páginas, pegado al estuche con cuatro gotitas de pegamento traslúcido, que consigo despegar sin apenas esfuerzo.

Sus bordes son achaflanados, como si su creador hubiera querido darle un aspecto más cuidado si cabe, y al abrirlo con delicadeza, sus hojas están redactadas en un perfecto castellano, como no podía ser menos.

Lo deposito en la mesa y me fijo en la parte derecha del estuche. Cubierto con un último protector de plástico, aparece, ¡por fin!, lo que con tanto celo se ha protegido… ¡Veintiocho parches transdérmicos!

¿Decepcionado?

No es lo que esperabas, ¿verdad?

No es el ultimísimo y mega modernísimo teléfono iPhone, por el que un adolescente vendería su alma al diablo, abandonándola en el más profundo abismo del averno.

Ni tampoco es el ultra televisor Q-Led, con esos negros tan negros, que tanto anuncian en tu vetusta tele, obsoleta ya, con apenas dos meses de existencia.

Son tan solo eso: Unos parches medicamentosos, que se pegan en la piel y cuyo principio activo es la rotigotina, que es un agonista de la dopamina.

A mí, como a todo buen parkinsoniano, me falta dopamina, un neurotransmisor que interviene en el movimiento, y que alguna de mis neuronas está dejando de fabricar.

La dopamina no se puede “inyectar” directamente en el cerebro, lo cual sería perfecto, así que la mayoría de los de mi especie tomamos levodopa, que es un precursor de la dopamina, y que hace que las neuronas que todavía están sanas “se pongan en modo turbo”, y hagan el trabajo de las que se han ido amotinando en mi trastornado cerebro, fabricando más dopamina de la que realmente deberían producir en situación normal.

Perfecto entonces: Todo se arregla tomando Levodopa.

El “problema” es que cada dosis actúa como uno de aquellos explosivos leños, rebosantes de energía, que Doc se afanaba en lanzar a la caldera de la locomotora, en Regreso Al Futuro III, intentando que Marty MacFly (Michael J.Fox, vuélvaseme a notar la ironía en la pronunciación) volviera a su presente, alcanzando el tan temido, pero a la vez anhelado, punto de no retorno.

Con el tiempo, a medida que hay más y más neuronas haciendo huelga, el efecto de esos leños es menos prolongado en el cuerpo.

Así que te quedan dos alternativas: O aumentas la frecuencia de las tomas, utilizando más leños, o haces que la cantidad de dopamina que te hace falta para tu día a día sea menor.

Siempre que me cuentan esto, vienen a mi calenturienta mente mis azarosos años de estudiante de Teleco… “Para poder recibir una señal con buena calidad a través de un radioenlace tienes dos alternativas: O aumentas la potencia de la señal, o utilizas antenas receptoras más sensibles y que sean capaces de detectar señales más débiles”

Eso es lo que van a hacer estos parches en mi cuerpo.

Hacer que mis receptores sean más sensibles, evitando usar demasiados leños.

Así que ahora, por fin, lo entiendo.

Entiendo el porqué de ese envase.

Con su cuidado acabado.

Con su holográfico sello.

Ahora, por fin, lo entiendo.

estuche_lujo


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