A veces, sólo a veces, recuerdo a nuestro padre abriendo la puerta de casa, y a nuestra madre acercándote a mí lado para darte el primer beso, envuelta en tu mantita, con apenas unos días de vida, mientras esperaba impaciente ese momento, rodeado de familiares, estrenando por primera vez con orgullo mi título de hermano mayor.
A veces, sólo a veces, recuerdo aquellas mañanas de sábado, escondidos debajo de la mesa de la cocina, guarecidos de la tormenta, al tiempo que nuestra madre se afanaba en preparar la comida y la música de la radio silenciaba el ruido de los truenos en nuestros oídos.
A veces, sólo a veces, recuerdo tu cara asustada, envuelta en tirabuzones, aquel día de reyes, cuando nuestros padres nos llevaron a un teatro para conocerlos, y te abandonaron en brazos del que para tí era un completo desconocido, por mucha Nancy que te regalara.
A veces, sólo a veces, vuelve a mi mente tu manita sujetando mi dedo, al cruzar el paso de cebra, camino del cole.
A veces, sólo a veces, maldigo el día en que tus dos largas trenzas desaparecieron para siempre de tu cabeza, después de aquella complicada operación, que te alejó de mi lado durante varias semanas.
A veces, sólo a veces, recuerdo aquellas noches frías de invierno, donde nuestra abuela te acogía en su regazo para calentarte y colmarte de su cariño, al fuego del radiador de la cocina.
A veces, sólo a veces, recuerdo tu cara de princesa el día de tu primera comunión.
A veces, sólo a veces, recuerdo el miedo y el dolor reflejados en tus ojos, al volver de la excursión a aquella maldita foz que acabaría engullendo a uno de tus compañeros de la E.G.B.
A veces, sólo a veces, recuerdo alquilar una peli de miedo y verla a tu lado, para asustar a la varicela y alejarla con fuerza de ti.
A veces, sólo a veces, recuerdo cómo me ponías el disfraz de conejillo de indias, mientras aprendías la que es hoy tu profesión, practicando con los bigudíes, o usando las planchas en mi pelo, cuando apenas era un adolescente imberbe que jugaba a ser mayor y empezaba a recorrer el camino de la vida junto a los que hoy son sus verdaderos amigos.
A veces, sólo a veces, intento recordar el día que pasaste de ser aquella niñita pequeña a toda una mujer, hecha y derecha.
A veces, sólo a veces, recuerdo lo orgulloso que me sentí ejerciendo de hermano mayor, el día de tu boda.
A veces, sólo a veces, recuerdo la bajada al quirófano en aquel ascensor, mientras tú me tranquilizabas con tus palabras, antes de que aparecieran en nuestras vidas esos dos bichos que me hacen el tío más feliz del mundo a cada milisegundo.
A veces, sólo a veces, recuerdo el abrazo que nos dimos el día en que Parki apareció oficialmente en nuestras vidas.
A veces, sólo a veces, las lágrimas resbalan por mi cara y mi cuerpo se estremece por la emoción del recuerdo de los momentos vividos contigo.
Y a veces, sólo a veces, intento hacerte el mejor regalo del mundo para el día de tu cumpleaños.
A veces, sólo a veces…