Hace ya cinco años de aquel reencuentro, en el año 2.014
Y, aunque apenas supone un minúsculo granito de arena en el reloj del tiempo, para mí, como para el resto de mis compañeros de la E.G.B., fue un momento especial que siempre recordaremos en nuestros corazones.
Todo comenzó con un grupo de Facebook, al que me había asomado apenas unos meses antes, con la inseguridad que supone el asomarse al precipicio de lo desconocido.
Gracias a los “pases de lista” de clase, día sí, y día también, conseguí reclutar a la mayor parte de mis compañeros, para, más tarde, publicar una foto de mi querida prima Luchi conmigo, los dos con la cara sonriente que da la felicidad de una vida recién estrenada.
Aquel día no estaba muy seguro de lo que hacía, y, ni mucho menos, a qué nos llevaría aquella historia, así que cuando publiqué la foto esperé las reacciones con cierta incredulidad, envuelto de nuevo en los temores del pasado.
El primer comentario fue un WOW de Rosalía, al que siguieron muchos más, todos llenos de una mezcla a partes iguales de paletadas de nostalgia y de felicidad.
A partir de entonces, qué decir.
La cosa fue a más, creciendo casi sin control, como un torbellino.
Conversaciones en privado, convenciendo a la gente y explicando paso a paso cómo funcionaba aquel invento, mientras me asomaba a sus corazones y animaba a los que se sentían tristes.
Fotos y fotos de cuando éramos unos renacuajos, y que yo me afanaba en recopilar en el álbum de mis recuerdos.
Poco a poco, casi sin darnos cuenta, se fue fraguando la idea del primer reencuentro físico.
Aquél, el primero, tan emotivo, hace ya cinco años.
Cuando lloré como una magdalena al acabar la comida, vencido por la emoción y el cansancio.
Cuando todavía no era capaz de mostrar mis sentimientos en público.
Han pasado muchas cosas desde entonces.
Algunas, menos buenas, como la terrible pérdida de nuestro compañero Koldotxo, un poquito antes del reencuentro.
O la llegada de la repugnante horda rosa, intentando llevarse por delante, aunque sin éxito, a alguna de nuestras compañeras.
O la irrupción en escena de mi ene-amigo Parki, que, poco a poco, intenta vencerme, haciendo que mi parte derecha vaya desacompasada con el resto de mi cuerpo.
Pero también positivas, muy positivas.
La sensación del reencuentro con la niñez, y el cierre de algunas heridas.
El forjado a fuego de algunas amistades, que estoy seguro, no lo dudo, perdurarán más allá que nosotros mismos.
Hace ya cinco años, cuando empezó todo.