¡A las armas!

5 may 2018 · 3 mins

Querida amiga mía:

Hoy, como casi siempre te ha pasado en esta vida, debes volver a las armas.

Te toca volver a pelear después de un tiempo de paz.

Tienes que volver a desempolvar ese traje de combate de cuero, que te sienta tan bien, y que, a la vez, tanto acobarda a tus enemigos.

Esta vez, el pañuelo que llevarás anudado al cuello, que te recordará contra qué combates, y que secará tus lágrimas cuando lo necesites, debe ser de color rosa.

O, mejor dicho, ¡qué leches!, de color morado, tu color favorito.

Como arma de combate puedes utilizar la espada, larga y afilada, que es tu positividad, y que tan buen resultado te ha dado en otras ocasiones.

Y, si alguna vez no te da resultado, tienes todo mi permiso para empuñar con rabia la maza gordota y pesada de hierro que, estoy seguro, tu compañero en esta vida ha forjado en la fragua, con todo su empeño y el sudor de su frente.

También sé que, como buen aprendiz de hechicera, prepararás toda una serie de conjuros, pócimas y ungüentos para curar tus futuras (aunque improbables) heridas.

Sal ahí fuera.

Lánzate contra el enemigo y pelea con rabia.

Golpea, como lo hicieron nuestros antepasados en esta tierra, desde tiempos inmemoriales.

Sé que, como buena lunática, te gusta pelear sola y de noche, a la luz de la luna.

Y, aunque no hace falta que te lo recuerde, quiero que sepas que no vas a estar sola en esta batalla.

Tienes a tu lado a todo un ejército de soldados.

A toda una horda lista y deseosa de despedazar, tanto como tú, a ese condenado enemigo.

Recuerda que, en primera línea de batalla, como siempre pasa en esta vida, tienes a tu familia, montados en sus caballos, preparados y listos para el combate.

Unas veces te protegerán, y otras, las más, estoy seguro, te darán los ánimos necesarios para que lo sigas haciendo tan bien, recorriendo tu camino.

Tampoco te olvides de los miles de soldados a pie, que son tus amigos, y que se lanzarán sin dudarlo contra el enemigo.

Bastará solamente una orden tuya para que lo hagan.

Y, por supuesto, no hace falta que te diga que yo también estaré ahí fuera, peleando sin descanso, a tu lado.

A tu lado.

Para lo que sea.

Así que seca tus lágrimas y pelea.

Grita con rabia…

¡A las armas!

a las armas


Compartir