Hoy...

24 dic 2017 · 3 mins

Hoy no voy a contar nada especial.

O sí.

Me he despertado somnoliento, después de haber escrito de madrugada en mí blog.

Pero el sueño se me ha quitado de repente, al tiempo que en mi cara se dibujaba una sonrisa, al abrir la persiana de la ventana de mi habitación, y ver como el Sol se desperezaba, intentando abrirse paso por entre la niebla, arañándola con sus rayos.

Hoy es Nochebuena.

Hoy, además, es Domingo.

La calle está desierta, y parece que hace mucho frío.

Pero eso a mí no me importa.

Porque hoy desayunaré y me embutiré en varias capas de ropa, para salir a dar mi paseo diario, mientras mi cuerpo se relaja y entra en calor conforme recorro el camino.

Hoy lo haré cerca de mi querido monte Ezkaba, y miraré de manera especial las cuatro casitas que conforman el pueblo primigenio de Ansoain/Antsoain.

Desde mi ventana no puedo ver su cima por la niebla, pero sé que siempre estará ahí, por mucho que pase el tiempo.

Porque hoy es el día que los niños esperan con ilusión, dirigiendo sus miradas hacia él, intentando descubrir a Olentzero bajando con dificultad, con cuidado de no caerse, cargado de regalos.

Hoy haré que esa niebla entre en mis pulmones, llena de paz.

Porque hoy se respira paz en el ambiente.

A esta hora de la mañana no hay apenas tráfico, y puedo escuchar el latido rítmico de mi corazón.

Hoy no tengo prisa por salir del trabajo, así que después ayudaré a mi madre a cortar en trocitos diminutos los mejillones de sus famosos “tigres”, mientras hablo con ella y le robo algún beso.

Y hoy, incluso, me permitiré el lujo de darme otro paseo después de comer, antes de volver a mi casa y arreglarme “un poco la chapa”, mientras dejo pasar el tiempo y llega la hora de quedar con mis amigos.

Porque hoy les daré a todos y cada uno de ellos, uno de mis beso-abrazos mientras les dedico una de mis sonrisas al hacerlo.

Y después dirigiré mis pasos de nuevo hacía la casa de mis padres, que me estarán esperando.

Y me cruzaré con los vecinos de mi pueblo/barrio, mientras me saludan con la cabeza porque tienen las manos ocupadas, llenas de cazuelas con la cena.

Y mientras subo en el ascensor, cerraré los ojos.

Y abriré la puerta de entrada de la casa donde he vivido tantos años.

Y, al cruzar el pasillo, dirigiré mi mirada hacia el árbol de Navidad que está situado al fondo.

Y veré en su base los regalos de mis sobrinos, esperando impacientes a ser abiertos, con sus nombres escritos en ellos.

Y disfrutaré de esta noche tan especial con los míos, sin pensar en nada más, sólo en el presente.

Hoy, a ti que lees esto te deseo…

Feliz Navidad

Eguberri On

 

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