Una nueva esperanza

24 oct 2017 · 3 mins

Hoy tocaba de nuevo visitar al neurólogo.

Y la verdad, me hacía falta, porque he llegado muy justillo.

Como en las carreras de coches, que apuran el combustible vuelta tras vuelta, y apenas les da tiempo a ir al repostaje.

Ayer fui a yoga y tuve que estar toda la clase sentado o tumbado, con un horrible dolor de cabeza y mareado, sin apenas tener fuerza para respirar.

Hasta mi profe Omkar y mi compañera Conchi me hicieron Reiki “a cuatro manos”.

Y Conchi me dijo algo que me impactó: “Respiras como un pajarillo asustado”.

Y es verdad, apenas podía respirar.

Y también es verdad, me estaba comportando como un pajarillo asustado.

Llegué a casa con la misma sensación de mareo, y me metí en la cama.

Y, como en una tempestad, tuve pesadillas, pero al final llegó el día.

Como todas las veces, mi hermana me ha acompañado.

Y mi padre, que estaba al tanto de mí, me ha escoltado hasta llegar.

Esperando a entrar en la consulta, estaba nervioso.

Y cuando por fin ha salido la enfermera, y ha dicho mi apellido, ella instintivamente ha ido hacia mi padre, creyendo que era el paciente.

Y entonces he sonreído mientras le decía que era yo, y ella ponía cara de sorpresa.

En la consulta, le he explicado al médico todo lo que me ha pasado: La ansiedad, los mareos, la falta de visión…y mi mano no dejaba de temblar.

Hasta ahora estaba tomando un “antagonista”, que lo que consigue es que las neuronas sean más sensibles a la dopamina, es como si las acercara para que pueda saltar de una a otra.

Y al final, me ha cambiado el medicamento, sopesando los pros y los contras.

Mi hermana le ha “freído” a preguntas y dudas, mientras yo la escuchaba.

Y pensaba que aquella niñita que conocí por primera vez en brazos de mi madre, hace ya cuarenta y tantos años, se ha convertido en una mujer madura y con la cabeza bien amueblada.

Yo también he preguntado, pero he sido prudente y les he dejado hablar, prefiriendo escuchar.

Y al final nos hemos despedido.

Se puede pensar que prácticamente este año ha sido un fracaso, pero yo no lo veo así.

En el peor de los casos, le “he ganado” un año al Parkinson.

Y en el mejor… bueno, hay muchas cosas pero que no quiero escribirlas en esta entrada del blog, porque quiero hacerlo en la siguiente.

También se puede ver de otra manera.

Como un nuevo comienzo.

Como un reset del ordenador.

O como una puesta a cero de un contador.

Ahora me toca dormir más, dejar de pensar tanto en lo que me pasa, y hacer algo que a veces se me olvida: Atender a “lo de fuera”, y a lo que más quiero, que son mi familia y mis amigos.

Y algo importante: VIVIR

Hoy dormiré a pierna suelta.

Y mañana será otro día.

Pero ya, con una nueva esperanza.

 

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