El sábado me desconecté.
Llevaba unos días medio mareado, que no me encontraba normal, y al final me desconecté.
Una desconexión (o estado OFF) es cuando el Parkinson hace que una parte de tu cuerpo se pare. Puede ser una pierna, un brazo… En este caso fue el sistema autónomo.
Por lo menos eso es lo que me dijeron los médicos, aunque también es un efecto secundario de la medicación, y seguramente será necesario regularla.
Había oído hablar de los estados ON y OFF, y que el medicamento lo que hace es que estés en estado ON, y que conforme pasa el día, y deja de hacer efecto, llegas al estado OFF.
Hasta ahora había notado algún músculo agarrotado, o algún dedo, pero nunca de esta manera.
Yo también lo achaco un poco (o mucho) al estrés y al dormir poco.
De hecho, esa noche sólo había podido dormir dos o tres horas.
El caso es que me desconecté.
Estaba almorzando con unos amigos en unas instalaciones deportivas, y hablando con mi amigo Iñigo, noté que poco a poco me iba, y me dio el tiempo justo para decírselo.
Lo siguiente que recuerdo al abrir los ojos es mis piernas sujetadas en alto por mi amigo Raúl (creo), y un montón de caras mirándome, hasta que la socorrista del centro vino y me tomó la tensión.
Recuperé las fuerzas y me senté en una silla, pero al cabo del rato me empecé a poner malo así que me tumbaron.
Entonces no perdí el conocimiento, los veía y oía perfectamente, a pesar del sudor frío que recorría mi cuerpo.
Noté el aire fresco que abanicaba la vessina Tere, y también el pañuelo empapado de agua en la frente, que ella misma me había puesto.
Noté la cara llorosa de mi amiga Anita.
Noté a Iñigo sujetándose la cara para no soltar una lágrima.
Noté la preocupación de Esti, que seguramente estaba pensando en llamar a mi hermana enseguida.
O al resto, que también estaban alrededor, pendientes de mí.
Y, sobre todo, noté la cara de susto de mi sobrino “apegado” Asier, hijo de Esti y de Oscar, que con 11 años me recordó a mí la primera vez que vi a mi padre perder el conocimiento.
En una situación así uno seguramente se pone nervioso.
Pero no, aunque pueda parecerlo, yo no lo estaba.
Estaba tranquilo, sereno.
Estaba rodeado de mis amigos.
A veces pienso que la vida es un gran cedazo.
Una especie de criba, donde al principio hay mucha gente que consideras amiga, pero que, conforme pasa la vida, esa criba se mueve, y muchos van cayendo.
Hasta que quedan los que para ti son los mejores.
A veces también ocurre que alguno que ha caído vuelve al cedazo, porque con el paso de la edad te das cuenta de que te equivocaste, o simplemente, porque la vida te ha hecho más compatible.
Así que como no iba a estar tranquilo, estaba rodeado de mis amigos.
Se que para ellos fue un mal trago, y que seguramente se estarán cabreando conmigo por decirlo, pero yo estaba tranquilo.
Después llegó mi hermana, y mi cuñado, y me llevaron a urgencias, y ellos tampoco se separaron de mí.
Me acordé también de mis padres, pero era mejor no avisarles hasta saber lo que realmente tenía.
Y allí, tumbado en una camilla, esperando los resultados, y con mi cuñado pegándome más el esparadrapo que me sujetaba la vía para que me doliera más al quitarlo, pero también quitándole hierro al asunto, pensé en todo esto.
Me recomendaron reposo, hidratación y desayunar mejor, cosa que voy haciendo.
Y me dijeron que había sido una desconexión.
Aunque yo creo que fue más bien una nueva conexión.
Con mis amigos.
Con mi familia.
Y conmigo mismo.