Por fin lo he hecho.
Por fin he dado un paso más.
Bueno, en realidad lo hemos hecho, incluyendo a mi hermana.
Hemos ido a la asociación de Parkinson de Navarra.
Puede parecer una tontería, pero para mí no lo es tanto.
Es afrontar el presente buscando más armas con las que pelear.
Pero también es un “echarle huevos” y asomar tu mirada al futuro, aunque no esté escrito porque depende de muchas variables, errores y aciertos, que te llevan por un camino u otro.
Ayer descubrí que la asociación está al lado de mi tienda de electrónica de toda la vida.
Es curioso, porque nunca me fijé en ella.
Como siempre que voy a algún sitio, he llegado pronto.
Y como tenía que esperar a mi hermana, me he puesto a mirar el escaparate de la tienda de electrónica, mirando con el rabillo del ojo hacia la asociación, recordándome como cuando comienzas por primera vez en el instituto o en la universidad, y tienes miles de preguntas y dudas, y no conoces a casi nadie.
Al principio no había nadie en la entrada, pero de repente ha llegado una ambulancia con varias personas, esas que se utilizan para los desplazamientos.
Y de repente también, ha empezado a salir gente de la asociación.
Furtivamente he mirado sus caras, creyendo que iba a ver gente agotada, triste, y un poco cansada de todo.
Pero no.
En lugar de eso, he visto lo más bonito que alguien puede encontrar en una cara, una sonrisa.
En todas y cada una de ellas.
He visto a amigos despidiéndose, haciendo lo que hace cualquiera, entrando en un coche y poniéndose a conducir, o charlando animadamente mientras se alejaban, seguramente a rematar la mañana tomando algún café.
Y cuando ha llegado mi hermana, hemos entrado.
Y nos han hecho sentarnos para esperar a la persona que nos iba a atender finalmente, Sara. Y mientras yo cruzaba las manos para que no me temblaran, mi hermana se ha puesto a ojear folletos con información.
Ya dentro, yo iba a bombardearle a preguntas, pero Sara me ha cortado y me ha empezado a preguntar de cómo había sabido que tenía Parkinson.
Y le he empezado a contar mi historia, y, a la vez que hablaba, iba recordando mi vida, y lo que he ido escribiendo en este blog, mientras ella asentía con la cabeza, y su mirada decía: “te comprendo, se por lo que has ido pasando”.
Resulta que somos unos doscientos afectados por esta enfermedad en la franja de 40-60 años.
Y entonces, de manera instintiva, he recordado la película “300”, y como, a pesar de ser inferiores en número, seguían luchando. Y seguían, y seguían, a pesar de las adversidades.
Así que me he ido de allí pensando que soy fuerte, y que más lo soy rodeado de amigos, como tú que me estás leyendo, que, si no lo eres de “primera mano”, seguramente seas amigo o amiga de uno de mis amigos, o uno de los innumerables miembros de mi familia.
Y ya, para rematar el día, al salir de trabajar, he encendido la radio y Manowar tocaba “Carry On”, recordándome que siempre hay que continuar, y que hay que seguir, y seguir.
Y yo, con mí voz aterciopelada y desafinada, he chillado con fuerza que, por siempre y para siempre: