Palabras y sentimientos

1 jul 2017 · 3 mins

Hoy cumplo 45 años.

Mi amiga Juana, impaciente, se ha adelantado y me ha hecho un regalo muy personal.

Ha reunido todos los relatos de este blog, los ha encuadernado y al librito lo ha titulado “Relatos de una vida”.

Sus ojos brillaban como una chiquilla al dármelo.

Ella, una de mis “amigas-hermanas”, me conoce bien.

En general, las personas que lo han leído se han quedado un poco sorprendidas, al ver cómo me expreso escribiendo.

La verdad, no sé realmente la razón.

O quizás si.

Conforme he ido cumpliendo años me ha empezado a importar muy poco lo que piense la gente de mí.

Y la gota que ha colmado el vaso ha sido el Parkinson.

Unos días después de diagnosticármelo me di cuenta de lo que realmente importa: Que la carne no es nada sin el alma. Y que sin el alma no eres nada.

He vivido demasiado tiempo pendiente de los demás.

Encerrado en una coraza, pensando que así me protegía.

El problema de esa coraza es que aparentemente lo hace, pero no deja mostrarte tal como eres.

Quizás, como me ha dicho mi hermana cariñosamente después de leer “Mi hermana, mi amiga”, soy un poco moñas.

Y que más da.

Otra compañera de la EGB me ha dicho que convierto los sentimientos en palabras.

Ella, que, a pesar de todo lo que ha sufrido en esta vida, no deja de tener esa sonrisa eterna, que yo siempre recuerdo de cuando éramos pequeños.

No lo sé.

Lo qué si sé, es que escribo con el corazón. Cada sílaba. Cada palabra, cada frase. Cada párrafo.

Ojeando el librito, me he dado cuenta que he ido vaciando mis sentimientos en estos relatos.

Desde el primer hasta el último.

El primero, “Motivación”, me sirvió para quitar presión, como cuando una olla exprés empieza a silbar.

Después de aquello tardé en escribir.

Hasta que volví de aquella casa rural, donde me hicieron recordar que es mejor vivir en el presente, día a día, sin preocuparte demasiado por el mañana.

Tomé “la mejor medicina”, descubriendo que es mejor caminar “siempre juntos” que en solitario.

A partir de ahí algo en mi interior despertó.

Tiene gracia, porque desde entonces apenas duermo.

Así que cuando no estoy caminando o haciendo fotos en los ratos que me deja libres el trabajo, escribo estos “relatos insomnes”

Mis sobrinos (“los mellizos”) también me han hecho su regalo. Aunque el que más me ha gustado ha sido, como siempre, su cariño sincero y puro.

Desafortunadamente, hoy no podré celebrar mi cumpleaños con mi tío Julián, ni con mi amigo Gabriel.

Tampoco con mi amigo “navarro-maño-londinense” Eugenio, aquel que me regaló “la medalla”.

Ni con mis padres “Dionisio” e “Hilaria”, o “mi hermana, mi amiga”.

Hoy lo celebraré con el resto de mis amigos (incluida Ana, “mi amiga, mi hermana”), que, sin poner ningún reparo me hicieron un hueco en sus vacaciones, a pesar de avisarles apresuradamente aquella tarde que decidí mandarlo todo a la m…

No sé cuál será el siguiente relato.

Ni mucho menos que me deparará el destino.

Pero si sé una cosa…

Juanita: Vamos a por el tomo II…

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