Esta vez no ha sido igual

15 jun 2017 · 3 mins

He estado de nuevo en el neurólogo.

Mi hermana, y esta vez mis padres, me han acompañado.

Mientras esperábamos me ha venido a la mente la primera vez que me senté en esa sala de espera, en esos bancos de madera, fríos y duros, sólo.

Qué casualidad, hace justo un año.

Por aquel entonces estaba muy estresado, por el trabajo y por no saber lo que me pasaba.

Tenía unas ganas locas de huir, por la ansiedad. Mi mano no hacía más que moverse, y yo, asustado, no sabía dónde meterme.

Ahí empezó todo: Los dos escáneres que determinaron el nuevo rumbo de mi vida.

Desde entonces han ocurrido muchas cosas.

Sé lo que me pasa y empecé a ponerle remedio. Para la ansiedad recurrí primero al diazepam, y después al yoga. Por cada nueva piedra en el camino encuentro una solución, porque me lo tomo como un reto, y una barrera que acabo superando.

A primera mañana he ido a trabajar.

No estaba especialmente nervioso, pero mi mano ha empezado a temblar mientras tecleaba un programa, y no había manera de frenarla. Es como un círculo vicioso: Cuanto más temblor, más nervios; Cuantos más nervios, más temblor.

Pero hoy, por primera vez, he conseguido romper ese círculo. Me he levantado de mi asiento y he pensado en otra cosa. Al cabo de unos minutos he mirado mi mano; ya casi no temblaba.

He conseguido amainar la tempestad. Yo, sin ayuda de nadie.

Así qué de camino al médico, en el coche, he sonreído, lo había conseguido.

Al llegar me sobraba tiempo, así que he decidido pasear.

Aunque el día era soleado, hacía viento, y algo de frío. He respirado una bocanada de ese aire fresco. Despacio, sosegadamente. Cerrando los ojos. Oyendo el viento ulular por entre los árboles, recordando cuando era niño y me gustaba guarecerme entre los chopos del riachuelo que bordeaba nuestra huerta.

Ya en la consulta, el médico me ha preguntado cómo estaba.

He enumerado mis nuevos “retos”: La fotofobia; el dolor continuo en las articulaciones; la rigidez de mi cuello; el insomnio. Pero por cada uno también he hablado de mis remedios “caseros”: las gafas de sol; el ejercicio; mis paseos al amanecer.

Por fin, el médico me ha mirado, diciéndome que es normal que mi cuerpo se rebele; y que hasta que no pase un tiempo, deberé ajustar la medicación.

Aunque yo, para entonces, ya lo sabía.

Como un buen motor, es necesario ajustar la mezcla de aire y combustible para que la combustión sea correcta.

Así que no. Esta vez no. Esta vez no ha sido igual que aquella primera vez.

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