El diablo sobre ruedas

10 jul 2024 · 5 mins

Si has ido leyendo mi blog diariodeunparkinsoniano, habrás comprobado que soy un poco friki.

Me gustan las novelas y las películas clásicas de ciencia ficción, de terror, y de suspense, y si pueden ser de serie B y en blanco y negro, mejor que mejor.

En cuanto a la lectura, no estoy muy seguro de cómo empezó todo, probablemente la semilla fue plantada de manera inconsciente al leer mis “primeros libros gordos”, como “La Historia Interminable” o “El Señor de los anillos”, con apenas 11 o 12 años, pero si que estoy seguro que germinó definitivamente al leer el que fue y será mi escritor de cabecera, Isaac Asimov, que “nos dejó huérfanos” en 1992, justo cuando yo estaba en mitad de mi ciclo universitario, y para distraerme en “mi tiempo libre” devoraba sus novelas de robots y mundos fantásticos ambientados en eras futuras imaginadas por él.

Y en cuanto al cine, después de superado el trauma de ver por primera vez los colmillos afilados y sanguinolentos de Bela Lugosi en “Dracula” (“la buena”, la de 1931) de muy pequeñito en la tele, y de dejar de taparme con una manta el cuello, fuese invierno o verano, —me parecía un poquito excesivo e incómodo utilizar una ristra de ajos como antídoto contra los vampiros —, me atreví, por fin, a dar el paso y visionar más películas, como “La mosca” (1958), “El hombre invisible” (1933), “El increíble hombre menguante” (1957) o “La máquina del tiempo” (1960) y mi favorita, “Planeta prohibido” (1956).

Cuanto más antigua la película y sus efectos especiales más cutres, mejor que mejor. Después de todo, eran los pioneros; el guión, la interpretación de los actores y, sobre todo, mi imaginación, suplían con creces la falta de efectos super realistas de las películas de hoy en día.

Sobre los años ochenta vi en la televisión, supongo que en una tarde calurosa de verano, pegado inevitablemente al sofa de eskay de mis padres, “El diablo sobre ruedas” que es una película de 1971, dirigida por Steven Spielberg, y que narra la angustiosa persecución de un camión cisterna, agobiando a un “viajante”, vendedor de componentes electrónicos.

Hace poco me ocurrió algo parecido en la carretera de montaña navarra NA-121-A, que, para quien no la conozca, es la vía que une Pamplona con Irún, y que está siempre abarrotada de tráfico, sobre todo de camiones gigantescos.

Esta carretera “ha sido mejorada”, convirtiéndola en una carretera 2+1, que según la DGT “es aquella que dispone de tres carriles: uno para cada sentido de la circulación, y otro central, destinado a los adelantamientos, que se alterna entre uno y otro sentido de la circulación. Además, ambos sentidos están separados por una barrera física. Su objetivo es crear una infraestructura que permita la maniobra de adelantamiento de forma segura y en intervalos predecibles. Además, así se consigue también una menor dispersión de la velocidad de los vehículos que las recorren, ya que se permite el adelantamiento de los vehículos más lentos a intervalos regulares, con lo cual disminuye el estrés de los conductores y se fragmentan las colas.”

Pues no sé que decirle a los señores de la DGT y del Gobierno de Navarra, la verdad.

En los tramos “2+1”, si respetas la velocidad, no hay día que algún coche no te adelante de forma chulesca rugiendo su motor, apurando al máximo la zona de adelantamiento, aunque el que lo hace deba ceder el paso, y tu tengas que frenar para evitar un piñazo seguro.

Y en el resto de tramos, más de lo mismo: En las zonas de bajada pronunciada, a la salida de los túneles de Velate, no hay día que algún camión desbocado, aprovechando el desnivel negativo y queriendo recuperar el tiempo que ha perdido en la subida, no se te acerque hasta dejar la distancia de seguridad a poco más de un par de metros, y toque su claxon de manera desenfrenada, o te “eche las largas” de manera furibunda e incontrolada, mientras tu miras impotente y perplejo, con auténtico terror, el espejo retrovisor interior.

Todo esto provoca una inseguridad increíble e incómoda, cuando en realidad debería ser lo contrario: Deberíamos ir tranquilos y relajados al conducir, sin llegar al límite de velocidad máxima marcada, que en algunos tramos es de 70 u 80 km/h, y que casi te obligan a superar, viendo las colas kilométricas que se forman detrás tuya, además del multazo que te pueden colocar.

Estaría bien que alguno de estos energúmenos leyera esto, se pusiera en la piel del “viajante” de la película, y reflexionara sobre el tema.

El diablo sobre ruedas

Compartir